Bailes
de disfraces
Con motivos de las fiestas de carnaval son organizadas en
los clubes sociales privados, centros nocturnos y discotecas,
bailes de disfraces en los cuales se acostumbra a premiar
los atuendos más originales y llamativos. Los disfraces
típicos para los bailes populares y fiestas en las
calles consisten en vistosos trajes de demonios armados de
fuetes o látigos y vejigas de res infladas para azotar
con ellas a los espectadores y otros participantes de las
actividades.
Las comparsas
Las comparsas son grupos de baile que escogen un tema tradicionalmente
festivo o alegórico a cosas típicas del país,
organizando una presentación de música, baile
y color que da vida a los animados desfiles de carnaval
y en los cuales se premia las comparsas mejor preparadas
y ejecutadas. En los clubes sociales de importancia, también
existe una presentación y premiación paralela
de comparsas, conjuntamente con sus bailes de disfraces.
Durante meses los participantes de las comparsas ensayan
su número y los organizadores coordinan la preparación
de los atuendos, accesorios y escenarios (en los casos de
las comparsas con carrozas), involucrando una gran cantidad
de personas en la preparación de los eventos.
Máscaras
y caretas
El origen de la careta se remonta en el tiempo y se pierde
en la más remota antigüedad. Se supone que su
invención se debió a fines religiosos. Desde
el paleolítico el ser humano ha utilizado máscaras
cuyos materiales han sido diversos y han variado a través
del tiempo, pues se han ido confeccionando con madera, paja,
corteza, hojas de maíz, tela, piel, cráneos,
cartón piedra, papel maché, látex,
plásticos y otros materiales. Se utilizan dos términos
similares: careta y máscara. La careta es exclusivamente
para cubrir el rostro, para disimular rasgos de la cara;
mientras que la máscara puede cubrir todo el cuerpo,
y fueron usadas y aún, en algunas culturas, se siguen
utilizando con fines religiosos. Algunos hallazgos arqueológicos
demostraron que eran muy usadas en Egipto para perpetuar
con ellas los rostros de los muertos. Se hacían tratando
de imitar de la forma más fielmente posible, el rostro
del difunto, y se colocaba junto con el ataúd, pintándose
de la misma manera que éste. Se elaboraban con un
cartón realizado con lienzo o papiro, revestido con
estuco, que -con el paso del tiempo- se endurecía
y presentaba total consistencia. Según la clase social
a la que perteneciera el muerto, podría llegar a
revestirse con una lámina de oro. No se le horadaban
los ojos ni la boca, y se los representaban con incrustaciones
o pinturas. Los estudios arqueológicos llevados a
cabo en tumbas fenicias, también han demostrado que
esta civilización practicaba la costumbre de utilizar
máscaras funerarias. Rastros de máscaras también
fueron hallados en antiguas pinturas rupestres. Comenzó
a evolucionar el uso de la máscara, en Roma, cuando
la llevaban actores en los cortejos fúnebres, para
que se reconociera y recordara el rostro del difunto. A
partir de este empleo por parte de actores, la careta rápidamente
fue utilizada para diferentes fines. Comenzaron a usarla
los actores para representar fielmente en sus obras los
rostros de los personajes históricos que estaban
interpretando. Rápidamente, se adoptó su uso
en las fiestas saturnales en Roma, y se las comenzó
a usar con carácter festivo, dando origen a la utilización
en lo que hoy es nuestro carnaval. Con dichas caretas se
comenzaron a realizar escenas burlescas de los ritos sagrados.
Fueron evolucionando y cambiando sus usos, hasta la actualidad,
en que es frecuente solamente en las carnestolendas. Las
caretas actuales, producto de la fantasía, la imaginación
y la creatividad, forman parte de los carnavales de todo
el mundo, y de las fiestas de disfraces que estos traen
aparejados. También se las usa en las fiestas de
Halloween. A la par de este empleo que se continuó
hasta nuestros días, la máscara o la careta
- además de ser común en las celebraciones
cristianas medievales- tuvo otro uso, en la Edad Media,
cuando las llevaban de metal, los Caballeros medievales
para protegerse en sus luchas, y en algunos casos se les
agregaban muecas faciales para demostrar el carácter
de quien las portaba. Según las diferentes culturas,
estos símbolos han variado en sus formas, tamaños,
decoración, características, realismo o abstracción,
algunas usadas para cubrir todo el cuerpo, como por ejemplo,
las enormes piezas de tipo ritual de Oceanía (las
de los Papúes llegan a medir seis metros de alto)
y otras diminutas, como las de las mujeres esquimales. Muchos
pueblos primitivos han usado las máscaras y caretas
para realizar sus rituales, y éstas representaban
deidades, seres mitológicos o espíritus malignos,
o a Dios y al Demonio; en cada caso con significados ceremoniales
distintos. Si la máscara usada era de animales, podía
simbolizar el ruego para asegurar el éxito de la
caza. Asimismo, también hay culturas que utilizaban
máscaras para ahuyentar pestes y enfermedades. En
la actualidad existen muchos coleccionistas de arte que
aprecian ciertas piezas, que constituyen manifestaciones
artísticas primitivas de muchas culturas, y que exhiben
o adquieren a gran valor monetario, y proceden generalmente
de África, Oceanía y de culturas indígenas
americanas. Hoy en día, se ha popularizado el uso
de las caretas también como cotillón de celebraciones
y cumpleaños, así como su utilización
en juegos y juguetes para niños, agregando a los
tradicionales personajes representados, los héroes
de novelas, revistas, el cine y la televisión.